En un mes de diciembre del año de 1511 durante la celebración
de la Liturgia del tercer domingo de adviento; el sermón de Fray Antonio Montesinos, implosiono en las mentes de los españoles que hacían desgobierno con
Diego Colón cuando se encontraban reunidos como simples destinatarios de la
misión de los frailes dominicos en la Iglesia
de Santo Domingo, ubicada en la Isla La
Española, hoy Republica Dominicana y Haití. El hecho ocurrió cuando éste denunció las injusticias que se estaban cometiendo en contra de sus habitantes en esos despóticos tiempos de la colonia. Sin enlistar las
ilegalidades cometidas por los colonizadores acentuó la esclavitud de los nativos, la muerte por depauperación
a causa de los trabajos forzados a que fueron objeto, los malos tratos, la poca alimentación y las
enfermedades que fueron contrayendo y que en ese tiempo muchas eran terminales.
Todo ese índice de maldad sucedió por la ambición desmedida de los colonizadores
que expoliaron indiscriminadamente tanto el capital humano como el recurso natural existente en el “nuevo mundo”
descubierto presuntamente por el almirante Cristóbal Colon. Estos se enriquecieron ilícitamente utilizando todos los medios y el
poder a su alcance para expropiar las tierras
que después fincaron, explotando las minas de oro y otros minerales valiosos en
desmedro de los mismos indígenas a quienes utilizaron como “mozos” para el
cometimiento de tales ilícitos, sin más
retribución por “los servicios prestados” que los vejámenes de los que fueron
objeto.
Tal vez en parte tuvo razón el académico Jafeth Cabrera, Vicepresidente electo
de Guatemala cuando dijo en una ocasión que la corrupción generalizada existente
en el país se debe a que fuimos conquistados y colonizados por los españoles. –Sabemos que quienes acompañaron a Colón era
la peor gentuza de la sociedad española en aquellos tiempos, entre ex
presidiarios, ladrones y asesinos- A muchos sus declaraciones les causó una
carcajada filosófica aunque la sociología podría darle la razón.
A 504 años de distancia de la famosa denuncia del fraile dominico
mencionado anteriormente y en un
contexto diferente se puede decir que la
substancia de esa famosa predica aún es actual “todos estáis en pecado mortal y
en el vivís y morís, por la crueldad y tiranía
que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con que derecho y con qué
justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Conque
autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en
sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y
estragos nunca oídos, habéis consumido?
“¡Lo juro por la vida de mi madre que está muerta!” -diría
Roxana Baldetti- ¡aún persisten la crueldad y la tiranía con estas gentes!, lo pude constatar en fechas recientes al
impartir una charla-taller sobre
derechos humanos basada en el sermón del Padre Montesinos a una comunidad Kekchí bastante numerosa. Durante el momento
conclusivo vi sus rostros compungidos al retrotraer su mente y su pensamiento a la vida en sus comunidades. El mensaje
evocó, provocó y convocó muchos sentimientos encontrados, los cuales fueron
aflorando al momento de su intervención:
El rapto de sus abuelos,
padres, familiares cercanos, vecinos y demás
por parte del Ejército de Guatemala para “el cupo” cuando el reclutamiento
militar era forzoso, un método nada ortodoxo discriminatorio y violatorio de
los derechos humanos.
El “uso y abuso” de los terratenientes al vivir en sus haciendas
como colonos, explotación infantil para tareas del campo, servidumbre doméstica
despiadada “desde que apunta el sol hasta que anochece” contándose hasta 12 a 15 horas de labores ininterrumpidas por
sueldos miserables y sin ningún tipo de prestación.
Actitudes indeseables de parte de los COCODES y alcaldes
auxiliares que en algunos casos se exceden en sus funciones, discriminación
racial, poco acceso a la educación, a la salud y al techo mínimo entre tantas
otras flagrantes violaciones a los
derechos humanos que “lloran sangre y que claman al cielo”.
Muchas de esas prácticas inhumanas rompen con la cultura y la
cosmovisión de los pueblos indígenas y constituyen una amenaza hacia los
demás.-
El grito de este primer defensor de los derechos de los
indígenas en el “nuevo mundo” aún se escucha
y con más fuerza que nunca en todos aquellos lugares en donde la procuración
del bien común sigue siendo una
asignatura pendiente. Es pronunciado por todas aquellas personas que defienden
esa noble causa, pero muy especialmente por sus hermanos de la misma Orden
religiosa que le dio cobijo, la Orden de Predicadores de Santo Domingo que en
su permanente búsqueda de la verdad no se cansan en decir:
“¿con qué derecho y con qué justicia se tiene en tan cruel y horrible servidumbre a estas gentes que estaban
en sus tierras mansas y pacificas...?
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