“Tuve en la vida tres grandes enemigos; dijo
una vez Mahatma Gandhi: el menos complicado de ellos resultó ser el Imperio
Británico; con el que encontré más dificultades fue con el pueblo de la India.
Pero con quien tuve, tengo y tendré los mayores desafíos es con un tal Mohandas
Gandhi”.
Lo puntualizado por Gandhi nos lleva a suponer que en la vida
siempre vamos a encontrar factores
internos y externos; que atentan contra la vida, el estado de derecho, la buena gobernanza, la
moral y la ética; la democracia y todo aquello que pueda frenar nuestro
desempeño; incidiendo de forma gravosa en
nuestra cotidianeidad, y que pueda repercutir en la productividad y el
desarrollo de nuestros pueblos, y en la libertad de expresión y locomoción de
todos sus habitantes.
Sin duda alguna, la trilogía enunciada por Gandhi, son desafíos latentes en ese tal “Juan Chapín”, encarnado en el guatemalteco medio de la
época, que nos toca vivir.
Al igual que Gandhi, intuyo, que, en la
medida que ha transcurrido el tiempo, en el diario acontecer, nos hemos
enemistado con tres cuestiones:
La primera es con “la clase política”, que
nos gobierna. Por ser una maldita casta parasitaria, que sangra en tan alto el
presupuesto nacional, y que medra de los recursos del estado, viviendo a
expensas de la sociedad trabajadora, que con sus impuestos tiene que sostener
todos sus deleites. De tal suerte que en los últimos años, hemos sido testigos
de cómo se han depreciado, en perjuicio de ellos mismos y del pueblo de
Guatemala, que en ellos confió el destino de la patria. Ese rechazo hacia los
políticos de parte de la sociedad civil, tiene lugar de forma justificada, por
razones ampliamente conocidas, inclusive por aquellos que carecen de los más
elementales conocimientos, respecto de la política:
a) por la profunda incompatibilidad entre
lo que dicen y hacen. Su discurso de campaña es incongruente con el que
practican, una vez alcanzado su cometido. Sino recordemos aquel discurso de “ni
corrupto ni ladrón” que llevó a un comediante, a ocupar la primera magistratura
del país, sin contar con las debidas preparaciones. Alguien que resulto ser
peor que los anteriores, incluyendo al defenestrado Presidente Otto Pérez, un
presunto criminal de guerra, y que hoy guarda prisión por todos los desmadres
cometidos, durante su des gobierno;
b) por la carencia de principios éticos y
morales básicos, que han relegado de la política. Lo anterior se puede ilustrar,
con las múltiples peticiones, para quitar el derecho de antejuicio, tanto al
gobernante de turno, por financiamiento electoral ilícito, cuando fungió como
secretario general del malévolo partido que lo llevo a la presidencia; como a
los demás malhechores que hoy; hacen des
gobierno con él, en los otros organismos del Estado de Guatemala.
Y que al igual que aquellos
espectros, que se metieron en una piara de cerdos, según lo narran los
evangelios, son legión;
c) por emplazar sus muy particulares
intereses, a los de la comunidad que engañaron. Todos, absolutamente todos, han
cooptado el estado, invadiéndolo con familiares, compinches, consuegros,
yernos, nueras, “caseros y caseras”, entre
una larga lista; devengando jugosos salarios, aunque carezcan de las
pertinentes cualificaciones y sean más brutos que un jumento. Sin descalificar
a los jumentos, claro está;
d) por su doble moral y doble cara con que
se enfrentan en público, demostrando ser cínicos, avaros, abyectos, vulgares,
extremadamente corruptos y populistas, entre una larga lista;
e) por su pecado original, que es la
corrupción institucional que los corroe.
Es bien sabido que llegaron a tomar y
beber hasta el pus que queda, después de vaciar las tetas del marrano,
dignamente representado, en el estado
guatemalteco.
Quienes no están en las cárceles, “sin prisa,
pero sin pausa”, van rumbo a ellas, en éste periodo, o en el venidero. Solo es
cuestión de tiempo;
f) por la superficialidad y alto grado de
estupidez; con que ostentan su alta
investidura. El último jueves de agosto, fuimos testigos oculares del show
político, que hizo el Presidente de Guatemala, cuando por televisión se dirigió
al noble pueblo de Guatemala, para informar que defenestrará a la CICIG. Lo
hizo envalentonado y acuerpado por
varias decenas de militares, los altos jefes de un ejército, que en la misma
medida de los políticos de turno; también cuentan con muchas chafarrinadas que desean esconder; y cuentan
entre sus filas, con verdaderos delincuentes camuflados. Demás está
hacer una descripción de los mismos, en virtud que son del conocimiento
nacional e internacional.
Huestes; que desde antiguo, no cuentan con la
simpatía del pueblo y que con esa actitud negativa, demuestran de manera
concluyente, que son gendarmes de la
corrupción y enemigos del pueblo que los mantiene, a través del pago de sus
impuestos. Aunque muchos sostengan que lo hicieron para velar por el estado de
derecho. ¿Cuándo lo habrán hecho?...
La
segunda cosa con la que nos hemos enemistado; es con el propio pueblo de
Guatemala. Es decir, con nuestros hermanos guatemaltecos. Hoy, es con quien “tenemos mayores dificultades”,
como decía Gandhi. Sobre todo, por sesgos ideológicos, políticos, militares,
religiosos, económicos, sociales, que no nos permiten clarificar, objetar,
discutir, pensar y proponer, sin perder el principio de racionalidad y la
memoria histórica y una visión del futuro, para cambiar el statu quo.
Cuánta razón tiene Leo Strauss al
analizar la crisis de nuestra civilización, cuando afirma que el hombre occidental moderno, ya no
piensa y no sabe lo que quiere. Eso me
lleva a suponer el porqué, de la amplia gama de criterios, con que nos
descalificamos todos los días los guatemaltecos…
Muchos han cerrado filas en contra de los
entes encargados de investigar el delito
y perseguir a quien lo comete. Quizás, porque el hilo que los separa de un delincuente, es bastante fino,
independientemente de cual sea su profesión u oficio. Incluidos el Presidente
de la Nación y de los otros organismos del estado; desde ministros, pasando por
los mandos medios, hasta llegar a los conserjes;
Nuestro conocimiento de la política, es
bastante limitado y tal vez por eso; no nos ocupamos de ella. A pesar que es la
segunda profesión más antigua del mundo, y como tal, decía Ronald Reagan, se
parece mucho a la primera. Quizás por ello, se ha prostituido…
Cualquiera que analice los diferentes
comentarios, externados en las redes sociales, sabrá interpretar lo que
escribo. Nos acaloramos con alguien, hasta llegar al descredito o la ofensa,
cuando su pensamiento, no concuerda con los otros. “Izquierdista, derechista,
fascista, comunista, extranjero”; entre
otra larga lista de apelativos, que sacamos de su contexto histórico y
utilizamos como reticencias; muy a pesar, que desde la revolución francesa, se
viene hablando de “izquierdas y derechas”, y se viene sosteniendo la pertinencia
que se da, entre las dos regiones, de ese espacio político.
Para hacer una ilustración académica del
párrafo anterior, tengo a la vista el libro Ética y Política, escrito por el filosofo Adolfo Sánchez Vázquez; en donde propone, hacer un riguroso análisis sobre las
relaciones que existen entre la ética y la política; y el juicio que se debe
adoptar, para comprender los términos: izquierda y derecha. Concepciones que
hoy se cuestionan y que incluso, sirven a los más iletrados para ofender a
cualquiera, cuando su pensamiento en ese espectro político es diferente.
Postula el autor que a veces la misma
izquierda, tiene sus dificultades para fincar su territorio. Y la derecha; por
su parte, tiene tendencias muy arraigadas, para pretender borrar la línea que
desde antiguo, la ha separado de la izquierda. O a pretender desaparecerla
cuando se presenta como “centro, civilizada o democrática”. Soslaya lo que
realmente es; es decir, como derecha y acepta inclusive, proclamar como suyos
los valores de justicia social, o sobre la equitativa distribución de la
riqueza; valores que siempre han sido reivindicados por la izquierda. Se da una
verdadera distribución de la riqueza; eso sí, pero para las familias y las
alforjas de esos politiqueros, que saben muy bien, que al estado se llega a
medrar…
Mientras tanto; la verdadera identidad de
una izquierda política y social, no debe ni puede deslindarse de sus valores:
Libertad, igualdad y democracia. Valores que desde que los fraudes electorales,
perpetrados por los generales de turno, eran su santo y seña en nuestro país, y
que desde siempre; han sido pisoteados
por esa derecha totalitaria; en sus
extremos…
En Guatemala y toda América Latina; hemos sido testigos presenciales, de
como esos regímenes totalitarios,
presuntamente democráticos, liderados por gorilas uniformados; han violentado el estado de derecho y creado
una pobreza que es hiriente y que clama al cielo. De tal suerte que, los
teólogos de la liberación han dicho de ella; que es “anti evangélica, anti
ética y perversa”.
En ese espectro político, como ciudadanos
del mundo, también hemos visto con tristeza, como los países del llamado “eje
del mal”; por los imperialistas estadounidenses; como los logros en materia de
justicia social, se mezclaron con la negación de todas las libertades
inalienables e inherentes al ser humano; tales como: las libertades de
pensamiento, asociación y expresión.
Algo que los politicastros en
Guatemala; juntamente con el gobernante de turno, han querido coartar.
Hoy, las personas incultas y que carecen
del conocimiento de la historia; aquellas que envalentonada en falsos
nacionalismos, que les obnubila la razón;
agreden violentamente, en todas sus formas, a aquellos partidarios que
pretenden conquistar los espacios de libertad, igualdad, democracia y justicia;
llamándoles izquierdosos, “huecos” o guerrilleros; cuando en el curso de la
historia, nos hemos percatado que la derecha;
en las últimas décadas, se ha empeñado en negar esos espacios…
Llegan al colmo del ridículo, cuando vemos
a civiles que nunca han tirado ni con una
honda y militares en situación de retiro; ofrecerse como voluntarios, para
defender al impopular aprendiz de dictador; Presidente de Guatemala: “a
sus órdenes presidente”, “veteranos, pongámonos en guardia”, “lo que usted
mande, comandante”. Esos falsos nacionalismos, los llevan a suponer que solo
ellos tienen la razón y son los únicos dueños de la verdad absoluta. Sabrán
acaso lo que decía Einstein, respecto de que la única verdad absoluta, es que la
verdad es relativa…
Para no pecar de ignorancia
extrema y no caer en esa tentación; postulo
a que todos averigüemos cual es nuestro
pensamiento político, a fin de incidir en la problemática actual, de forma
positiva y no de la forma en que los politicastros de todos los tiempos, lo
vienen haciendo en perjuicio de las grandes mayorías.
Para ello, promulgo el test
político en el Diagrama de Nolan, que en pocos minutos nos permitirá descubrir
nuestra ideología: http://www.testpolitico.com/.
Valga recordar las sabias palabras
externadas por Platón, y que hoy siguen
vigentes: “El precio de desentenderse de la política, es ser gobernado
por los peores hombres”.
Una máxima escrita en Grecia, en el siglo IV antes de Cristo, y que se ajusta muy bien, en
nuestra Guatemala, Nicaragua y Venezuela del Siglo XXI…
La tercera y más complicada de nuestras
enemistades es con ese tal “Juan Chapín”, es decir, con nosotros mismos. Con quien “tuvimos, tenemos y tendremos” los
mayores desafíos; desde la cuna hasta la sepultura.
Muchos hoy; nos dejamos llevar por corrientes
ideológicas sin mucho fundamento y con poca hondura académica. Nos arrastran
por caminos inciertos las sectas religiosas, sobre todo aquellas fundamentalistas,
extremadamente tóxicas, diseñadas con un único fin: disentir y dividir a la población.
Muchas sectas fueron utilizadas en el pasado para confrontar, aborregar y
adoctrinar malévolamente al ignorante. ¿Cuántas fueron importadas y utilizados
sus miembros como tontos útiles por gobiernos totalitarios, como el de los déspotas
generales: “Injusto Rufián Barrios” y Efraín Ríos –de sangre- Montt, con fines
a todas luces deplorables?
Hablamos de política y de muchas
otras cosas, pero muchos no sabemos, que
no sabemos mucho, sobre lo mucho que hablamos. Para hablar o escribir de
política o cualquier otro tema; “tenemos que conocerlo y para conocerlo y comprenderlo; hay que estudiarlo”.
Solo así, podremos salir del conflicto en
donde nos encontramos estancados actualmente como sociedad y; el conocimiento
adquirido; ya sea de forma sistemático o empírico, nos permitirá encontrar en
la diversidad de pensamientos, la unidad granítica, que se necesita para salvar
a la patria; de la putrefacción, que es el nivel máximo hasta donde hemos
descendido, a causa de aquellos sujetos; que hoy defendemos a capa y espada. Ratificando las sabias palabras de Platón: “El precio de desentenderse de la política, es
ser gobernado por los peores hombres”…
Referencias:
Ética y Política, Adolfo Sánchez
Vásquez, primera edición electrónica 2017, Facultad de Filosofía y Letras,
UNAM.
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